jueves, 6 de noviembre de 2008

No hay nada mejor que casa

Frustrada por mil cosas. Te extraño a decir verdad. Y es que en realidad extraño muchas cosas. Pero vos me hacías olvidar. Esto no lo vas a leer en la vida. Es mas, dudo que sepas que tenga un blog, aunque te haya leído todo mi viaje sentada en tu silla y vos en tu colchón con las sabanas de mi abuela. Y me volvería a frustrar porque de estar leyendo esto, es poco y nada lo que te interesa. Aquí mi catarsis secreta por escrito.


Tu voz, tu espalda que al principio no tenía un solo granito. Tu culito. Tu pelo, tus pies, tus manos. Las ganas de tomar mate, las de hacer música. La de salir a tomar cerveza o quedarnos en casa. La manera en que expresabas que querías juntar manzanas. Juntar manzanas. Hacer leña. Encontrarnos casualmente frente a Volver al Futuro, Olmedo. Mis milanesas cuando la mama no estaba. Tus asados y mi ajo picado para el chimichurri. Cada detalle la habitación viol
eta. Cada detalle de tus guitarras. Los detalles de tu nariz. Tu sonrisa escondiendo el diente. Tu sonrisa y risa a carcajadas sin poder tapar el diente y frunciendo toda toda la nariz. Tu mirada cuando yo me portaba mal, y cuando estaba mal. Tus rulos al sol. Tus gritos de auxilio y mis corridas de rescate. Tus labios violeta por una seudo hipotermia en Gualeguaychu. Tu escapula no deforme. Tus talitas-tibias. Tus dolores de espalda, de muelas, de panza y de cabeza. Tus Jockey largos. Tu nuca. Tu botón. Felipe. Tus cejas. Tu rodilla derecha. Tu codo izquierdo en mi cuello a las cuatro de la mañana. Las peleas. Las reconciliaciones. Las pequeñas palabras que dejaste escritas en mis agendas. Tu letra. Tus miradas desde el escenario. Tu alegría en el escenario. Mitos, Santos Bar, Remember y el genial Zonceras Argentinas. Tus locuras con los vecinos de a la vuelta. La excepción, Sueles dejarme solo, Toma la ruta. Transformador, De tanto en tanto y Tu segundo. Tus chistes mal contados, tu magia bizarra y tus ganas de querer seguir aprendiendo más trucos. Tu desesperación cuando no te salían las ecuaciones. Tu cuerpo como preparado para la clase de anatomía. Tus apuntes de antropología. Tu apoyo cuando algo me salía bien. Y tus ganas de matarme cuando me mandaba alguna. Tus zapatillas adidas y las reef. Tus dos pantalones negros, uno camuflado y otra bermuda camuflada. Tu remera amarilla, la roja, la azul. Tu camisa cuadrille roja y la celeste de mangas cortas. Tus calzones de la bandera argentina. El culotte mío rojo que te pusiste en Gualeguaychu que te quedaba hermoso. Tus escupidas en el televisor por gritar goles. Tus babeadas. Tu manera única (realmente) de hablar con Maricio.

Nuestras luchitas. Nuestros videos. Nuestros inventos. Nuestras araucarias. Nuestras ideas. Nuestros silencios. Nuestras charlas. Nuestros juegos. Nuestros breves, o no viajes en chata. Nuestros mates. Nuestras siestas. Nuestro sur. Nuestros besos.

Que se yo Pom, te seguía amando.