lunes, 3 de septiembre de 2012

No te creo

¿Creés ser vos mismo, verdad? 


Abrís las cortinas de todas tus ventanas todos los días. Liberás al exterior, a través de tu boca, todo lo que sentís y pensás. Planeás todos tus movimientos según lo que dicta tu corteza cerebral y los manifestás adecuadamente gracias al cerebelo. Contenés tus impulsos. Amás en la manera que surge el amor dentro tuyo. Brotan las lágrimas y las dejás fluir y ser libres. No tenés caparazón, ni curitas, ni una manta que te vuelve invisible. No te refugiás en el útero de tu habitación. Sos con todo tu ser. Sos con todos los seres con todo tu ser.

Vos mismo. 

viernes, 17 de agosto de 2012

9

Y la relatividad.

El punto de vista genera el objeto. Y menos mal, así puedo decir, sin que nos llamen locos, que sus seis son nuestros nueves.

miércoles, 2 de mayo de 2012

De cómo el mundo se detiene.

El mundo, o el resto del mundo, en verdad, se frena para ellos. Son ellos dos. Siempre lo fueron. Si los veían caminando el resto los reconocía y ellos lo sabían. Todo muy romántico. No había, ni aún hoy hay, simbolismo. Es el mero sentimiento de ambos. Y tantas cosas ausentes, calladas, reprimidas. Implícitas. Absolutamente implícitas. Guardadas sin nombre en un lugar oculto, pero fresco, y sin clasificar. Cuando una molécula se expone de ese sentimiento, o llámese sensación, el resto del mundo frena y vuelven a ser ellos. Dos fulanos sin simbolismos trillados o cursis compartiendo ese par de moléculas sin clasificar. El mundo gira por leyes universales (o teorías, aprendidas en la escuela secundaria) pero cuando hablamos de ELLOS hay que ponerse, irremediablemente, románticos. Y es por eso, entonces, que el mundo gira, porque ellos no tomaron contacto. No hay comunicación, no hay exposición sensorial de ningún tipo. Entonces el mundo gira. Pero a veces el mundo frena. Afloraron los sentidos (o alguno de los cinco.) Hubo algún tipo de comunicación verbal, escrita, visual. Y el resto del mundo deja de girar. Frena. Detienen el tiempo. Lo dramático, tal vez, es que exponen cien por ciento cada una de sus alarmas sensoriales y sensitivas para poder percibir y recibir todo lo poco que quieren (o pueden) transmitir. No dicen mucho, no hacen mucho ruido, no escriben mucho, no se miran mucho. Pero escuchan mucho, observan mucho. Leen mucho del otro. Por eso el resto del mundo se detiene. Su plena atención está en el otro. Es un juego entre ellos. Y es dramático, y hasta doloroso, porque el resto del mundo (que según las leyes o teorías aprendidas en la escuela secundaria) sigue girando, puede ver con claridad y sin mucho detenimiento que esa molécula expuesta, simplona, lo dice todo. Mientras tanto se sonríen. Se escuchan. Se prestan toda la atención con el mundo detenido. Ellos y su ceguera sentimental, reprimidos porque, aún no sabemos por qué, no pueden hacer nada. No deben. No es el momento. No es la situación. Prefieren exponer una molécula por mes para el otro, quien está abriendo cada poro y cada pararrayos receptor de moléculas expresivas creyendo que detendrán el tiempo eternamente.