Quiere ser maldad y no lo es. No lo creo. Quiere ser villano.
Al contrario. Se sabe, además, que entre seres como nosotros el carisma le gana a la fuerza. Somos carismáticos y optamos por éste carisma como modo más simple y abrumador de batalla frente al otro. Y después la influencia, la
manipulación, el ego y aún así uno no es villano. No es villano y es admirado por algunos, envidiado por otros. Somos anti-héroes. Tu fin justificará los medios en tanto y en cuanto no dañes a quien no corresponda o creas merecedor de tu (poca) bondad.
Todo esto si la ecuación de Bohr lo permite.
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